Todos tenemos días bajos, mañanas en las que nos despertamos y no quisiéramos despegarnos de la almohada porque sabemos que ahí estamos seguros, serenos, sin ruido alrededor que nos perturbe la mente y el corazón. Algunas personas viven frecuentemente estos días, esto se traduce a lo que llamamos una mala racha. La verdad es que hasta la persona mas optimista tiene malos días. El control sobre nuestras emociones es necesario cuando esa tristeza te embarga un día tras otro y notas que tu cuerpo se arrastra y ni tu mismo logras controlarlo. De un día fatídico se derivan semanas y de semanas meses pero una cosa si sé segura y es que siempre hay una alternativa, esa luz al final del túnel. Lo curioso de todo esto, es que sean cuales sean las causas de nuestro malestar, el telón de fondo siempre es el mismo, nuestra oscura sombra. Aquella que nos paraliza, nos invade con el pesimismo mas incoherente, nos atemoriza para no dejarnos ser quien somos. Nuestros propios miedos nos impiden dar un salto de la cama y comernos el mundo. ¡Que bien que puedo librarme de ellos!
En busca de la felicidad, es y será una de las películas mas brillantes e inspiradoras que he visto. El poder de la lucha por un sueño y el amor por un hijo hacen de esta fascinante historia una verdadera carrera de fondo para sus protagonistas. Un claro ejemplo de resiliencia, de como sobreponerse ante las adversidades de la vida, la perseverancia y el amor, en este caso de un padre a un hijo. Cuando tengamos uno de esos días en los que queramos desaparecer, merece la pena recordar el motivo por el que hacemos todo lo que hacemos, los por qués de nuestras decisiones, ya que por muchas caídas que experimentemos, siempre nos tendremos a nosotros mismos. Confía en ti, si no lo haces tú ¿Quién lo hará?
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